Te daré los buenos días de la mejor manera, con la única y mayor esperanza de ver esa sonrisa que hace conmigo lo que quiere cuando quiere. Esperaré los tuyos, teniendo esa sensación de un niño pequeño cuando espera impaciente que llegue la hora de salir del colegio o que llegue su madre a casa. Porque casa es donde sonríen al verte y adivina quien es mi casa, mi escondite favorito, adivina quien es el mejor lugar donde puedo estar. Iré a buscarte al trabajo y esperar a unos metros de la puerta, con ganas de verte aparecer por esa puerta y ver como al acercarte disminuye la distancia y aumenta la tensión, las ganas de todo entre nosotros. Unas ganas que se alivian con ese beso y ese abrazo de "por fin aquí conmigo". Ahora que te tengo cerca, permíteme compartir contigo mi espacio vital, cada vez menos diferenciable en necesidad del que se crea junto al tuyo. Déjame ponerte al día de nuevo mientras, con la mirada, me dices que eso ya te lo he contado, y preguntarte, como sabiendo la respuesta, si me quieres y me has echado de menos. Acepta mi invitación para hacer lo que nos dé la gana durante las próximas horas, desde tumbarnos en el parque hasta perdernos por la ciudad sin más combustible que un helado de limón y uno de chocolate, con cucharas de color verde y azul y una conversación interminable, pasando por escaparnos a esos rincones que al verlos ambos decimos "estamos perdidos, es todo igual" y que den rienda suelta a nuestros instintos y sentimientos. Aprovechemos y dediquémonos el tiempo que tengamos entre manos, pues él se encargará de esfumarse cuando volvamos a mirar el reloj. Dejémoslo todo atrás, ya tendremos tiempo de volver.
Tranquila, no tengas prisa, que tú y yo vamos muy lejos. Y ojalá esto se convierta en rutina entre tu y yo.
Tranquila, no tengas prisa, que tú y yo vamos muy lejos. Y ojalá esto se convierta en rutina entre tu y yo.